lunes, 30 de mayo de 2016

Entre mutantes y el cine mexicano

Mi primera intención era hacer pedazos a la cinta X-Men: Apocalipsis, la entrega más reciente de la saga de los mutantes creados para los cómics por Stan Lee y Jack Kirby, perpetrada por Bryan Singer, realizador lo mismo de joyas del calibre de Sospechosos comunes (1995), que de esperpentos como Superman regresa (2006), además que produjo la serie de televisión Doctor House (2004-2012) y está por realizar también para la tele la serie Legión, basada en el universo de mutantes de las historietas publicadas por la editorial Marvel.


            Es imprescindible mencionar que Singer sentó las bases para las películas basadas en cómics del siglo XXI a partir de su primera cinta de los X-Men, en el año 2000.
            Yo pretendía ofrecer un rosario de paralelismos entre los cómics de mutantes originales, la inclusión con calzador del australiano Hugh Jackman para enlazar las entregas cinematográficas de los mutantes, que no obstante recuerda a la atracción de su personaje Wolverine por la telekinética Jean Grey (aquí interpretada por una preciosa Sophie Turner, Sansa Stark en la serie Juego de tronos), congruente con los relatos de la historieta original.

            Fui al cine como cualquier hijo de vecino, armado de palomitas y refresco. Fui testigo de un asombroso despliegue de efectos especiales, actuaciones regulares, incluso con güeva, de los regularmente muy buenos James McAvoy (el profesor Charles Xavier), Michael Fassbender (Magneto); de una guapa, desinteresada y desperdiciada Jennifer Lawrence (Mistique) y del muy prometedor Evan Peters, como un simpatiquísimo, superveloz Mercurio (que los niños le llamen Quicksilver, yo lo conocí en español, en los cómics de Los Vengadores publicados por la difunta Novedades Editores).

            Iba a despedazar al irreconocible guatemalteco Oscar Isaac, sepultado por el maquillaje y la sobreactuación al interpretar al villano Apocalipsis; al inútil e impactante personaje Psylocke, encarnado por Olivia Munn; a la simpática Jubilee de la niña Lana Condor, que desapareció al editar la cinta…

            Pero el pasado fin de semana se entregaron Los Arieles, los premios que ofrece la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, que cumple 70 años.
            ¿Cómo hablar de una superproducción gringa cuando el cine mexicano languidece?
            Paul Leduc, quien recibió un Ariel de Oro por su trayectoria, que incluye Frida, naturaleza viva (1983) y Reed, México insurgente (1983), ofreció un discurso contundente sobre la pobre situación de la industria del cine nacional, dichos mutilados en la emisión de la ceremonia que presentó Canal 11.
           En buena hora La Jornada lo ofreció íntegro en su edición del domingo pasado.
Leduc afirma que pagar un boleto de cine es prohibitivo para el 75 por ciento de los mexicanos, que no obstante destinamos 11 mil millones de pesos al año para soñar, divertirnos, pensar y conmovernos ante la magia de imágenes en movimiento. Que las principales productoras mexicanas, Canana y Mantarraya, obtienen por sus trabajos, entre las dos, ingresos anuales por 35 millones de pesos, al tiempo que 20th Century Fox (productora de X-Men: Apocalipsis) distribuye cintas ganando mil 500 millones de pesos; Universal Pictures otro tanto, Warner y Disney se llevan 2 mil millones cada una, además que “Videocine, de Televisa, supera mil millones”.


De acuerdo con Leduc, “los cineastas actuales ignoran el público al que se dirigen porque nunca le han permitido conocerlo realmente, relacionarse con él. La culpa es del público, que no quiere ver cine mexicano, se dice. Quizá en este caso así sea. El público de hoy no es el de antes, el de la Época de Oro, el del cine de estreno a cuatro pesos. Hoy no prefiere lo mexicano; hoy no le gusta lo mexicano. Hoy quizá ya no quiere ser mexicano. Cabe preguntar quién, cómo y por qué se formó así ese público”.

Leduc apela al apoyo gubernamental, pidiendo un solo peso de impuesto en taquilla para destinarlo al cine nacional.
Sí, el cine mexicano ignoró a la historieta como su hermana pobre. Mientras el cine gringo toma al cómic como fuente de contenidos, la historieta mexicana, refugiada en Internet, fuera de los puestos de periódicos y luchando por mantener su espacio en librerías, no recuerda a la historieta, de la que apenas adaptó series de éxito hace más de 30 años, al Chanoc de Ángel Mora; a la esperpéntica, horrorosa en muchos niveles Hermelinda Linda de José Cabezas; al grandilocuente Kalimán que domina la mente, misma que “lo domina todo”.

Buena suerte al cómic mexicano, que ya sin contacto netamente popular aún existe. Buena suerte al cine mexicano, que espera reencontrarse con su público primero, que debería ser el nacional, no sólo el de festivales a lo largo del mundo.

Las imágenes presentadas son propiedad de sus respectivos dueños, y se presentan con fines periodísticos

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