Partamos
de dos principios básicos. El primero, que me propuso Remy Bastién –el mejor
editor de historietas en México, responsable de traer los cómics Marvel a
nuestro país entre los 80s y 90s, director de Novelas inmortales y la serie de vaqueros El solitario, así como de otras publicaciones— hace más de 20 años,
me escandalizó en su momento: el género de los superhéroes es un machote, una
fórmula inamovible para continuar con las ventas, los buenos SIEMPRE le ganarán
a los malos y los personajes muertos eventualmente saldrán sus tumbas.
Segundo, postulado por Bernardo
Fernández Bef, autor de las
historietas Uncle Bill y La calavera de cristal, así como de las
novelas en prosa Hielo Negro y Tiempo de alacranes, entre muchos otros
muy buenos trabajos, incluyendo Bajo la máscara, cuento de superhéroes ambientado en México: “Los cómics de superhéroes son como un amigo alcohólico,
cuando lo crees regenerado, reincide en sus pendejadas”.
La editorial DC Comics, dueña de Superman,
Batman y un gran, genial tapiz que integra la mitología de los siglos XX y XXI,
ha ofrecido historias ilustradas por más de 75 años. Era lógico que en tanto
tiempo, los cientos de guionistas y dibujantes incurrieran en incongruencias
narrativas.
En 1984 Jenette Kahn, entonces
directora general de DC, aseguró en referencia a Superman “nuestro Hombre de Acero está oxidado”, y por
ello era necesario actualizar, aerodinamizar a los superhéroes y a sus
universos. Así se creó la serie Crisis en
las Tierras Infinitas, escrita por Marv Wolfman y dibujada primorosamente
por George Pérez.
Luego de un año, los muchos
universos presentados en DC Comics se volvieron uno, con una sola historia en
general, desde la creación hasta el siglo XXX.
Pero DC todavía tenía broncas de
continuidad. Personajes supuestamente eliminados como Superboy, Superman cuando
era niño, resurgieron en contradicción con diversas historias. Y ni hablar del
Hombre Halcón, que si era un alien, el resultado de muchas reencarnaciones del
Imperio Egipto a la fecha, o qué demonios.
Entonces, en un esfuerzo por “planchar”
y cohesionar su historia, DC publicó en 1994 la serie Hora Cero, con el pretexto de que Hal Jordan, Linterna Verde,
enloqueció cuando el villano Mongul destruyó su comunidad natal, Ciudad Costera,
luego de la Muerte de Superman (1993) y por evitarlo, hizo renacer al universo.
Las incoherencias seguían y en 2005
DC presentó Crisis Infinita. Esta
serie derivó en Crisis Final, y ésta
en Flashpoint, que terminó con el
retorno del superveloz Flash original, muerto en las Crisis en las Tierras Infinitas 20 años antes.
DC acaba de presentar Rebirth (“renacimiento”), en el cual
todos los universos quedarán unificados, y aparentemente fueron creación de
Doctor Manhattan, ser omnipotente presentado en Watchmen (1986), uno de los mejores y más importantes cómics de la
historia, realizado por Alan Moore y Dave Gibbons.
¡Pero se suponía que el universo de Watchmen no tenía nada qué ver con
Batman, Superman y la Mujer Maravilla!
Ah, pus eso se soluciona nomás con
decirlo. Los universos de DC fueron creados por Doctor Manhattan y a ver, diga
usted que no.
La industria estadunidense de la
historieta busca nuevas formas de atraer lectores y asimismo, consumidores de
películas, series de televisión, ropa, chucherías y botanas. Por eso requiere
dinamizarse y permanecer en el gusto del público. Si eso implica renovar universos
para presentar sagas narradas en letras y dibujos, bueh… lo importante es que
hay historias qué narrar, héroes a quienes admirar y villanos para repudiarlos.
Las imágenes presentadas son propiedad
de sus respectivos dueños, y se presentan con fines periodísticos
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