Este
viernes se estrena en México La Leyenda de Tarzán, dirigida por David Yeates, quien se encargó de las últimas
cuatro películas del maguito Harry Potter, estelarizada por Alexander Skarsgård
como El Hombre Mono, con Samuel L.
Jackson en el papel del soldado, jurista, político y clérigo de la vida real George
Washington Williams; Christopher Waltz hace al villano Leon Rom, que pretende
establecer un mercado de esclavos, para la gloria del Rey Leopoldo II de
Bélgica; Djimon Hounsou es el jefe nativo Mbonga, y Margot Robbie, la Harley
Queen que fue y será en Escuadrón Suicida
–que estará en cines en agosto próximo— hace de Jane.
La crítica internacional ha hecho
pedazos a la más reciente aventura del personaje creado por el escritor Edgar
Rice Burroughs en 1912 para la revista All-American
Magazine, y que un año después se publicó en libro.
“La
Leyenda de Tarzán termina siendo una producción incoherente, que intenta
complacer a todos y termina sin complacer a nadie”, afirmó el diario inglés The Guardian.
De acuerdo con la revista Rolling Stone, “La Leyenda de Tarzán revienta de grandes ideas, animal contra
humano, exploración contra explotación, primitivismo contra civilización. Es
una pesada carga temática para que la maneje una sola película, especialmente
esta, que casi se colapsa por su peso”.
Más condescendiente es The Hollywood Reporter, que afirma “La Leyenda de Tarzán no es tan mala;
realmente es muy buena. Hecha primorosamente e inteligentemente enclavada al
principio de la rapaz colonización del Congo en la década de 1880 hecha por el
rey belga Leopoldo II, es ciertamente la mejor película de Tarzán con actores
en muchas décadas (lo que en realidad no es decir gran cosa) y ofrece un bien
pensado equilibrio de acción vigorosa y drama suficientemente interesante”.
Como siempre, la mejor opinión será
la tuya, una vez que hayas visto la cinta, que pretende ofrecer una nueva
visión del mito del buen salvaje, ya postulado por Tácito en el siglo I antes
de la Era Cristiana, y que se ha reinventado una y otra vez, los mismo con
Russeau que con su actual versión, producto de la imaginación del gringo Rice
Burroughs, quien nunca salió de Estados Unidos y es capaz de poner leones en
plena selva africana.
El origen de Tarzán es
retomado una vez más por le nueva película: Lord y Lady Greystoke, en misión
diplomática para el Imperio Británico, terminan en la selva de África por un
motín en el barco en el cual viajan, tienen a un niño y cuando ellos mueren,
una tribu de simios cría a Tarzán, quien aprende a leer solito los libros de su
padre en inglés y francés, es un atleta de nivel olímpico, halla a otros
hombres blancos y se establece en Inglaterra como Lord John Clayton Tercero,
Duque de Greystoke.
La popularidad de Tarzán fue inmediata,
e incluso sienta las bases para el superhéroe, con habilidades ora sí que
superiores a las de los simples mortales, es un cazador habilidoso como él
solo, ágil, diestro con sus tres armas principales, que son el venablo, una
lanza corta, un lazo corredizo y el inefable, utilísimo cuchillo.
La primera película de Tarzán se
estrenó en 1918 y se publicó como cómic hasta 1929, ilustrado por Harold
Foster, quien dejó la serie en manos de Burne Hogarth en 1937 para hacer otro
gran personaje de los cómics, El Príncipe Valiente.
Tarzán vivió emocionantes aventuras
al mismo tiempo en las historietas, los libros y sobre todo el cine, en el que
fue interpretado entre otros por Buster Crabbe, mejor conocido por hacer Flash
Gordon, y especialmente por Johnny Weismüller, atleta olímpico igual que
Crabbe. Tanto se identificó Weissmüller en el papel, que murió en Acapulco en
1984 demenciado, pegando gritos entre los árboles como El Señor de la Selva.
En los sesentas, con la televisión
ya consolidada como medio de comunicación, se filmó en los estudios Churubusco
de la Ciudad de México la serie de Tarzán protagonizada por Ron Ely.
El mejor Tarzán del cine hasta el
momento ha sido, al menos según acá su Charrus
enigmaticus, Chistopher Lambert, en Greystoke:
La leyenda de Tarzán, rey de los simios, de 1984, con todo y Andie McDowell
como su Jane.
En la década de 1990 hubo una
olvidable serie de tele, otra aún peor en 2003, y en 1999 los Estudios Disney
hicieron una versión de dibujos animados casi tan apegada al original de las
novelas como la de Greystoke con
Lambert, con detalles como el que no anda de una liana a otra, sino que avanza
por las ramas como un deportista extremo.
Tarzán en los libros originales no
es como en las películas clásicas, sino que es culto, habla francés, inglés y un
poco de alemán, es lector, crítico de su entorno y defensor de su familia,
compuesta por Jane, su hijo Jack conocido como Korak, que quiere decir
“matador” en el idioma de los grandes simios que adoptaron a Tarzán y le pusieron
su nombre, que significa Mono Blanco.
Tarzán es la fuerza del orden
encarnado en una tierra indómita y sin ley, pero no por sí mismo un promotor
del imperialismo como postuló la doctora Irene Herner en su obra fundamental Tarzán El Hombre Mito, publicada por el
Fondo de Cultura Económica, quien aceptó en una conferencia que la escribió
“mirando infiltración ideológica bajo la cama”.
Tarzán es en esencia todo lo que un
hombre puede ser, con bases éticas sólidas y un impulso por conservar el orden
y hacer el bien. Esto lo hace vigente para el siglo XXI.
Todas las imágenes pertenecen a sus
respectivos dueños,
y se ofrecen sólo con fines periodísticos y de información.
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