Adiós, historieta industrial mexicana. Se fueron esos
tiempos de visitar el puesto de periódicos al menos cada tercer día para ir por
nuestros cuentos, el Memín (de
Yolanda Vargas Dulché y Sixto Valencia), Los
Burrones (escritos y dibujados por Gabriel Vargas), el Meteorix (de Jorge Break). Ya no están Kalimán (con guion de Víctor Fox, con dibujos de Leopoldo Zea Salas,
Cristóbal Velasco y René del Valle), Chanoc
(de Ángel Mora), las novelitas románticas, de vaqueros o policiacas.
En los
quioscos ya no encontramos cómics mexicanos, sólo reimpresiones de historietas
extranjeras, especialmente estadunidenses, las de las editoriales Marvel –con el
Hombre Araña a la cabeza— y DC (dueña de Batman y Superman), así como los
trabajos basados en series de televisión y no necesariamente de superhéroes,
que editan en nuestro país las editoriales Kamite y Panini. Estas dos últimas empresas
también publican manga (historieta japonesa).
Pero no
hay historieta nacional en las calles y en papel.
Muchos
factores influyeron para que se fuera.
La
competencia con el entretenimiento electrónico (un cómic no baja de diez pesos,
mientras que se pueden conseguir a menor precio música, juegos y películas piratas), el hartazgo del público lector
ante la repetición de temas populacheros y sexosos en las revistas cómicas y de
horror; la pauperización de la economía en general…
Y no
obstante, el cómic mexicano está bien y vivo, con creadores convencidos de su
labor al presentar historias narradas con texto e imágenes. No están en los
puestos de periódicos, sino en la red y esperan lectores. Ahí están las obras
de Break, Elisabetta Di y Raúl Valdés, Roberto Cota Briseño y Rafaela Herrera,
junto con las de muchos otros, en Momentum Cómics.
Al
mismo tiempo, la historieta mexicana se hace de un sitio en las librerías.
Bernardo
Fernández, Bef (Ciudad de México,
1972), promueve la migración de la historieta nacional a las librerías desde
hace más de 20 años. Desde sus estridentes, contestarios inicios en las trincheras
alternativas del fanzine hasta sus más recientes publicaciones, Bef ha escrito prosa –y ha ganado
cualquier cantidad de premios internacionales por sus novelas policiacas—,
además que realiza historietas del calibre de su Uncle Bill, biografía de William Burroughs (Sexto Piso, 2014) y Espiral un cómic recursivo (Alfaguara,
2010). Y está por publicar nuevos proyectos.
Su trabajo
se consigue fácilmente en tiendas de libros, al igual que los Jours de papier de Tania Camacho y
Esteban Martínez, que surgió en la red y ahora impresa por Grijalbo. También
están disponibles los muy buenos trabajos de Editorial Resistencia, entre ellos
Mascotas chenchas de Juanele; ¡Cácaro! La Época de Oro del cine mexicano en monos, de los queridos,
admirables y admirados Luis Fernando,
Rocha, Hernández y Magú.
Y qué decir
del Power Nap de Martiza Campos y
Sebastian Bachan Carrillo, que se
hace para la red en Mérida, Yucatán, y luego se imprime con apoyo de sistemas
de fondeadora, así como el trabajo que Fixión Narradores publica en Monterrey,
Nuevo León, que incluye Nómadas del yermo
de Raúl Treviño; Turbo Desafiante de
Dono Sánchez y Ultrapato de Edgar El Pato Delgado.
Tantos
años de lucha a fuerza de pinceladas y oprimir teclas se consolidaron en
felices resultados impresos, mi querido Bef.
Te estás saliendo con la tuya, caón.
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