Sixto
Valencia, es el ilustrador definitivo de Memín
Pinguín, corazón de chocolate del cómic nacional. Gabriel
Vargas dejó en viñetas un importante testimonio de la vida urbana mexicana en el siglo
XX con su Familia Burrón. Germán
Butze y sus divertidísimos Supersabios
están hoy injustamente lejos de los reflectores.
De las grandes figuras del cómic industrial
mexicano anteriores a 1970, el más grande, el más importante y mejor de todos
los ilustradores es Antonio Gutiérrez, incluso sobre sus maestros y contemporáneos
Pancho Flores, Arturo Casillas y
Ramón Valdiosera.
Don Antonio, Toñito o Guti, como le llamamos
quienes tuvimos la fortuna de ser sus amigos, fue dibujante de cabecera de
Yolanda Vargas Dulché, a su vez la más grande narradora de la historieta mexicana de todos los
tiempos. La mancuerna guio la sensibilidad (habrá quien diga la sensiblería) de
Latinoamérica con los relatos que crearon para la revista Lágrimas, Risas y Amor, la eterna Lágrimas y Risas, adaptados y adoptados por el cine y la televisión.
Yesenia,
El pecado de Oyuki, Rubí, Gabriel y Gabriela, María Isabel (La Cenicienta
latinoamericana definitiva), todas fueron creadas por la dupla Vargas
Dulché/Gutiérrez. También dibujó Rarotonga,
uno de los más grandes éxitos de Editorial Argumentos (Edar), empresa pivote de
un imperio que fue impresor, distribuidor de impresos e incluso consorcio
inmobiliario, en sus estertores a principios del siglo XXI cuando se llamaba Grupo
Editorial Vid. Pocos reparan en que Rarotonga
no fue escrita por doña Yolanda sino por su esposo Guillermo de la Parra, a su
vez inspiración para el nombre de Memín, el queridísimo, inolvidable
afromexicano.
Este su Charrus enigmaticus trae a Toñito
en la mente desde la semana pasada. Y es que el pasado 4 de febrero, Guti (iren al Charro del Misterio,
bien confianzudo, pero no es más que por la admiración y el cariño) habría
cumplido 96 años.
Toño
nació el 4 de febrero de 1920 en el barrio de San Miguelito, en la capital
de San Luis Potosí. Su madre, viuda, era propietaria de un hotel y vio
escandalizada que su chamaco se pasaba dibujando día y noche. Preocupada por el
pobre futuro económico que ella veía para Toño
si se volvía artista, ordenó a su personal ocultar cuanto material pudiera obtener
el chamaco para hacer trazos.
El esfuerzo fue inútil. Toñito robó carbones de la cocina y con
ellos hizo dibujos sobre el suelo de la azotea del hotel. La doña debió reconocer
que el chavo llevaba el arte en las venas y lo dejó ser, crear, copiar,
analizar, experimentar, DIBUJAR historietas.
A los 17 años, Gutiérrez publicó su
cuento Kombo el hombre león en
la revista Macaco
y se lanzó a la aventura a la Ciudad de México. Cuando su tren salió de la
estación, gritó que sólo volvería a San Luis siendo un ilustrador de éxito.
Nada menso, lanzó su juramento cuando la máquina pitaba, no fuera a ser que
regresara con un palmo de narices; precaución ociosa, pues llegó a ser el
rasero con el que se midió a la excelencia en la entonces boyante industria del
cómic tenochca del siglo XX.
Gutiérrez llegó al estudio del
historietista pionero Ramón Valdiosera para pedir chamba. Un caballero, don
Ramón dijo al escuincle que no tenía trabajo qué ofrecerle, pero que estaba a sus
órdenes y volviera cuando lo necesitara. Con la espontánea osadía de la poca
edad, Toño replicó: “Hoy es cuando
más necesidad tengo. Y no tengo dónde dormir; le tomo la palabra”. Extendió la colchoneta
que era también su maleta, y se quedó en el lugar.
Con un fabuloso sueldo de 10
centavos diarios, suficientes para subsistir a fuerza de bolillos y plátanos, Toño empezó a ser un profesional de la
historieta borrando los trazos a lápiz que quedaban en las páginas de cómic ya
entintadas por ilustradores más experimentados. Afinó sus monos bajo la
dirección de Valdiosera.
Para la década de 1940 ya era de los
mejores y más cotizados dibujantes de México. Incluso sufrió al menos un
secuestro a manos de rivales del coronel revolucionario José García Valseca,
dueño de la revista fundacional Paquito y de lo que hoy es la Organización Editorial Mexicana. Con esos
plagios no se pretendió atentar contra la integridad del ilustrador, sino para
impedirle dibujar y retrasar la edición de su trabajo.
En busca de rapidez y efectismo,
creó la técnica de ilustración de cómics llamada medio tono, lograda con
lápices y carboncillos. Pionero de la autopublicación, creó a Don Proverbio, un viejito que ilustraba
relatos moralistas a través de consejas populares. “La mafia de la distribución”
de impresos, bien descrita por Luis Gantus en su libro La increíble y triste historia de la cándida historieta y la industria
desalmada (Caligrama/Ediciones Balazo, 2014), impidió que esta obra llegara
masivamente a los lectores.
En 1951 dejó la historieta y fundó el
Canal 5 de televisión junto con su amigo Guillermo González Camarena, de quien
fue director artístico, jefe de producción y para el cual realizó cortinillas
en dibujos animados. Vargas Dulché lo llamó en 1954 para que le dibujara en
Edar.
Toñito dejó las editoriales a mediados de la década de 1980, pero se dio tiempo de hacer el Prontuario Rotario para Rotary
International, organización a la cual pertenecía, y de fundar La Hermandad de
Historietistas, tertulias en las cuales los entonces bisoños Sebastian Carrillo
Bachan, Bernardo Fernández Bef, y Oscar Bazaldúa, entre otros, convivieron y parendieron de titanes del calibre de Valencia, Ángel Mora (Chanoc), Daniel Muñoz (El Pantera), Héctor DeNegri (Por favor), Joaquín Fernández Bassoco (Tawa), los portadistas indispensables
Benjamín Orozco padre e hijo y decenas de figuras más. Perdimos físicamente a Toño el 1 de mayo de 2006, pero su
trabajo titánico permanece.
Bef,
novelista gráfico y en prosa, autor de muy buen trabajo como Uncle
Bill y Hielo Negro, llamó a
Gutiérrez “nuestro Jack Kirby, sólo que a diferencia del rey de los cómics, Toñito pasó sus últimos años sin recibir
el reconocimiento que merece su obra, de gran impacto en la cultura popular”. Yo
aquí me atrevo a refutarte, entrañable Bef.
Kirby, creador del Universo Marvel –cuyo aniversario luctuoso fue el 6 de
febrero— era el Gutiérrez gringo.
Los historietistas mexicanos del siglo
XXI fueron antecedidos por creadores gigantes, y el más grande de todos se
llama Antonio Gutiérrez.
MISCELÁNEA COMIQUERA
Editorial
Panini pondrá pondrá en circulación a partir del próximo 17 de febrero una primorosa
colección de 60 figuras inspiradas en personajes de DC Comics, cada una acompañada
de un bonito folleto con información sobre el héroe o villano correspondiente. Están
chulas de bonitas.