lunes, 4 de enero de 2016

Arturo Louga, ayer industrial, artista de siempre


El cómic mexicano se halla en transición. Aniquiladas por sí mismas las grandes editoriales de tirajes gigantescos, la historieta nacional vive y vibra en internet, se publica en cantidades que no superan un par de miles de ejemplares, y son pocos los talentos de la ya pasada era dorada que siguen activos.
            Arturo Louga (Mexicali, Baja California, 29/VI/1956) vivió el auge y caída del cómic industrial mexicano. Lector de Tarzán y Joyas de la mitología de Editorial Novaro, a los 18 años “conocí al maestro Manuel Moro Cid (entonces director de Novaro), él fue mi mentor por casi tres años, iba a la Editorial Novaro los lunes en la mañana, le mostraba mis prácticas y él me aconsejaba lo que tenía que hacer en base a mis errores, aprendí bastante rápido, ya no se pudo continuar ya que la última vuelta (en 1985) que me di ya estaba la editorial cerrada, lo que supe después, (es que) fue víctima de fraude, no lo pude comprobar nunca”, narró Arturo en entrevista electrónica.

“Ante esta situación, me vi obligado a probar suerte en las editoriales de aquí, fui a Novedades Editores, me entrevisté con Carlos Rojas, que llevaba el Libro Vaquero, vio mis muestras, me dijo que le gustaba mucho mi estilo, pero que necesitaba gente con experiencia, le pedí que me diera la oportunidad y no me la dio. Después fui a Editorial Vid, mostré mis muestras y pasó lo mismo. Pensé después darme una vuelta a Roma, Italia, fui a la Corriere Boy (suplemento del diario Corriere de la sera), ahí me dieron trabajo pequeño de dos páginas de temas diversos, estuve seis meses, me fue regular por ser extranjero, me regresé a México desalentado”, agregó.
Licenciado en artes visuales, pero de formación autodidacta como ilustrador y narrador, estudioso del trabajo de grandes dibujantes peruanos y europeos (Arturo identifica entre sus grandes influencias a José González, Rudy Nebres, José Ortiz, Ramón Torrenz y Gonzalo Mayo, entre otros), Arturo dijo que “en una ocasión, viendo el periódico, vi un anuncio de una nueva editorial (Pin Pon) que solicitaban dibujantes, portadistas y guionistas, me di una vuelta, mostré mis muestras a Pepe Cabezas, él si me dio la oportunidad de laborar, trabajé durante ocho meses, quise probar en otra editorial entonces prácticamente nueva, Proyección, y me dieron las sensacionales (cómics populacheros, muy bien ilustrados, que presentaban ante todo historietas de humor y violencia). Ahí labore por más de 14 años; en esta editorial, ahora llamada EJEA, tuve en mis manos la revista Dragón el karateca, fue mi mejor época la cual duró ocho años, y continué con las sensacionales”.

Recordó que para principios de la década de 1990 “ante el boom que tuvieron las historietas para el público popular, (los sensacionales de) albañiles, chafiretes, mecánicos, etcétera, tuvieron un ‘huevo de oro’ que hizo prosperar aún más a la editorial EJEA, comenzaron a crear otras historietas por el estilo, que fueron muchísimas, y además, otras editoriales estaban haciendo lo mismo, hasta que se generó una competencia feroz, el público cautivo de éstas ya no tenían en mente que revista comprar cuando iban al puesto, ya eran tantas que tomaban la que más le latía.
“A partir de ahí, los editores abandonaron las historietas familiares y de todo público, decían que las de adulto eran las que se vendían mucho más, hasta que como es sabido por todos, en el año 2000, con el cambio de gobierno, sucedió que la economía se estancó y por consiguiente la inflación subió y el poder adquisitivo se mermó sustancialmente, los editores no previeron que el público que tenían eran los de escasos recursos, aun así no lo vieron y siguieron publicando ‘más de lo mismo’ hasta que sus ventas cayeron de forma alarmante, varios de nuestros compañeros les mostramos propuestas para salvar la industria, no tuvimos suerte, estuvieron aferrados a su ‘huevo de oro’ y en el 2010 fue que cerraron la mayoría de las editoriales, algunas ya ‘funcionaban’ agónicamente, daban el trabajo a cuentagotas y pagaban después de uno o dos meses, hasta que finalmente murió.  La industria editorial no murió por mal negocio, murió por malos editores”.


Actualmente, Arturo vive en Coatzacoalcos, Veracruz, donde “doy clases de dibujo profesional a muchachos con aptitudes del dibujo, no enseño dibujo, les ayudo a mejorar sus trazos y de esta forma, mis alumnos han notado sus progresos significativamente, me siento orgulloso de ellos y por ellos, me siento motivado para continuar con mis clases”.
Confió que “ahora estoy trabajando para QuarantineStudios, una empresa dedicada a hacer estatuillas, tengo muy poco tiempo, apenas dos meses, esto es debido a que en una ocasión publiqué en Facebook una ilustración de un hombre lobo acechando a una mujer, uno de los contactos de otro contacto que tengo le gustó, es (el creativo) Paul Conner, me pidió los derechos de la ilustración y se la vendí.


“Entre otras cosas, me pidió si podía hacerle un dibujo de una chica, en este caso a Dorothy la del Mago de Oz, pero no clásico sino más moderno, tipo apocalíptico, le dije que sí y se la realicé, le fascinó el trabajo y me encomendó más, ya llevo cuatro personajes y ya me comentó que quiere otras propuestas, está muy contento con mi trabajo.
“Lo que es la vida, no estoy haciendo cómics, pero lo descarto por nada, el año pasado estuve a punto de entrar a (la editorial estadunidense) Dynamite a dibujar Vampirella”, personaje que le es entrañable.

Arturo Louga, testigo y superviviente de una agitada era que llevó a la historieta mexicana a pasar del papel al pixel, tiene aún mucho arte qué hacer y compartir, y entre otros proyectos se ha sumado a Relatos intermedios, realizado con guion de Aldo Bonanni, editor de La Jornada de Oriente.


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