lunes, 18 de abril de 2016

Japón, los mexicanos te queremos (y a tus dibujos animados)


México ha recibido con afecto y entusiasmo a los dibujos animados japoneses, incluso más que en Estados Unidos y Europa. La cultura japonesa, en muchos aspectos antípoda de la mexicana, resulta fascinante para un amplio sector de la juventud nacional. O si no, que alguien me explique el porqué de la proliferación y éxito de las frikiplazas, centros comerciales que no son más que tianguis glorificados donde se ofrecen películas, juguetes, disfraces y comida nipona.


            Diversas fuentes aseguran que el primer anime (que es como le llaman los nipones a las series de dibujos animados) transmitido en México fue Astroboy, de Osamu Tezuka. Tezuka fue autor primero en manga (historieta) de relatos que eventualmente se realizaron en dibujos animados, y que se emitieron en nuestro país. Luego de Astroboy, un poderoso niño robot, nos cautivó con sus aventuras, le siguieron Kimba el león blanco –que algunos identificamos como la fuente original para El rey león de Disney (1994)— y La princesa caballero.



            Casi concurrentemente vimos en  México Marino y la Patrulla Oceánica, Fantasmagórico y Sombrita. Y aunque eran series con actores, los televidentes nacionales solemos poner en la misma canasta a Monstruos del espacio y Ultramán.


Esta última nos fue arrebatada a lo pelado a los chavos mexicanos, de un día para otro. Hay quien asegura que la desaparición de Ultramán y los monstruos gigantes (denominados en japonés kaiju) con los que combatía fue resultado de que alguna persona le dijo a Esther Zuno, esposa del entonces presidente Luis Echeverría, que había un programa que propiciaba que los niños jugaran a trancazos, y la señora ordenó a la Dirección de Radio, Televisión y Cinematografía de la Secretaría de Gobernación que la retirara del aire, sin pensarlo y sin haberla visto.


Otro programa indispensable, también con actores aunque frecuentemente combinados con caricaturas, fue Señorita Cometa, las peripecias de una princesa mágica obligada a vivir en la Tierra como asistente doméstica al cuidado de dos niños, para que aprendiera responsabilidades.
Cometa hizo que varias generaciones de mexicanos recibieran el apodo de Chivigón, como se llamaba un dragoncito de trapo amigo de la protagonista, o de tener los ojos rasgados, que se nos llamara Takeshi o Koji.


Los capítulos originales doblados al español de Señorita Cometa se perdieron en el terremoto de 1985, que destruyó parte de los archivos de Televisa. Cuando se volvió a emitir hace un par de años, se hizo un doblaje totalmente nuevo y en un feliz giro del destino el actor Alfonso Obregón, que interpretó a Koji cuando era niño, hizo en esta nueva versión la voz del papá de la familia que da empleo a Cometa.
Para mediados de la década de 1970 llegó Heidi, uno de los más grandes éxitos nipones fuera de Japón. Menos pegadoras resultaron Sally la brujita, La princesa de los mil años y la alucinante La nave espacial (Spacebattleship Yamato), que presenta una gran migración humana fuera del planeta Tierra por una devastación radiactiva producto de una invasión extraterrestre.

 
Y mientras los chamacos nos emocionábamos con las aventuras espaciales de Robotech, también nos enamorábamos en secreto de La dulce niña Candy.
Inmersa en un bache terrible en la calidad del doblaje mexicano llegaron Los gatos samurai y a continuación el más grande éxito internacional de las caricaturas japonesas, Dragon Ball. Posteriormente se emitió en nuestro país Sailor Moon, sin la censura que hizo a la serie incomprensible en Estados Unidos, donde retiraron los desnudos al igual que las referencias homosexuales y lésbicas.







La Santísima Trinidad del Anime en México se completa con Los caballeros del zodiaco, cuyo éxito no es comprendido por los aficionados gringos, que la hallan lenta. Poco después llegó Pokémon, con animalitos de poderes especiales que se coleccionan para hacerlos entablar combates, y sus imitadores Digimon.


También aparecieron en las pantallas mexicanas Las princesas mágicas del colectivo Clamp, La visión de Escaflowne y La rosa de Luxemburgo. La divertidísima, irreverente Ranma ½ fue un escándalo que pudo ser mayor, al presentar un protagonista que cambiar de sexo al recibir un cubetazo de agua fría.


Y de pronto llegó Internet, que cambió la forma de mirar televisión.
Hoy ya no tenemos que esperar a que las televisoras buenamente nos quieran ofrecer series japonesas de caricaturas, que los aficionados tenemos a nuestra disposición en la red en su idioma original, subtituladas o dobladas por los mismos fans. También están disponibles servicios de streaming especializados en animación nipona.
La oferta de entretenimiento se multiplicó exponencialmente en esta era digital, tenemos a un clic de distancia lo mismo productos familiares que series que requieren meditarse para comprenderse y disfrutarse, como Evangelion.


Hay dibujos animados japoneses para llenar años de horas de ocio. Adiós, televisión abierta. No te vamos a extrañar.

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